Tengo una certeza, una certeza grande. Nunca podría ser una estrella del fitness, por mucho que entrenara, me esforzara y me lo propusiera, por mucho entrenador pro que me encontrara en el camino, por mucha descarga de carbohidratos, ¿por qué no? Porque no sé posar. Sí, no sé posar. He visto que para ello hay que posar de forma interesante y golosa, a mí no se me da bien ni una cosa ni la otra, por no hablar de que no me gusta nada salir en las fotografías, no por nada, sino porque tampoco hay gran cosa que fotografiar. Hay que poner el cuerpo totalmente arqueado, para afinar cintura, sacar lordosis a espuertas, sacar culo a tope, pierna flexionada y pie en punta, sonriendo como si toda esta postura te saliera de forma natural. El pero suelto, preferiblemente peinado perfectamente y colocado de manera que no obstaculice todo el esplendor muscular para la fotografía. No hablo de la ropa porque a diferencia de mí ellas van siempre conjuntadas totalmente, zapatillas, top y mallas, minúsculas, alguna es cachetera, lo que viene siendo una braga grande, aunque yo no arriendo la ganancia de entrenar con la malla metida por el culo y los cachetes al aire, en caso de llevar calcetines tienes que llevarlos como los futbolistas, subidos hasta la rodilla o por encima de ella o minúsculos, conjuntados también, of course. Por supuesto imprescindible la actitud de diva, mirando al vacío con cara interesante o mirando a cámara con cara de golosa. No sé mirar con cara interesante ni golosa, soy de mirada ausente en plan, deja, deja, no me saques una foto. Por esto os digo que no se me subirá el pavo, ni seré estrella, estrellada nada más y a mucha honra.